10 años de freno

Los admirables españoles, reyes de la mercadotecnia, lograron un rendimiento extraordinario al ‘meterle freno’ al futbol mundial durante 10 largos años. Después del Campeonato del Mundo de Sudáfrica, hicieron copiar al mundo entero su juego pequeño, con minipases, que requieren de un jugador pequeño, muy hábil para pasar y recibir en poco espacio (medio campo).

Sin embargo, para pervivir necesitaban desarmar a los jugadores potentes, verticales y encontraron para ello la llave: eliminar la PF. Justificaron su futbol con toda la infantería de sus institutos científicos, puestos al servicio del ‘business’, trabajando en la dirección de su negocio. Fisiólogos, motricistas, psicólogos, pedagogos, neurocientíficos, médicos del deporte, ingenieros, etc.

Todos ellos justificaron un futbol de 7 u 8 h de entrenamiento semanal y pusieron como ejemplo a jugadores de gran nivel que venían de todas partes del mundo, formados en esquemas metodológicos muy distintos, pero, sobre todo, con miles de horas de entrenamiento en casa, en la calle, en el potrero, en el club y en los patios de las escuelas (los que tenían la suerte de poder concurrir a una de ellas).

Entrenar más era prohibido

-Se iba en contra de los principios de la regeneración del organismo (sistema nervioso, fuentes energéticas, sistema endócrino, fibra muscular, etc.)
-Se inventaron entrenamientos tácticos sin movimiento ‘de una gran intensidad cognitiva’, de igual o mayor intensidad que los prácticos (¿)
-Se desarrolló otro sistema de monitorización del jugador, el WIMU, que los mexicanos hicimos de uso obligatorio, ya que se dijo que ‘esa herramienta tecnológica nos aseguraba un futuro brillante’ en pocos años

Sin embargo, al WIMU la mayoría de los entrenadores no le da bola y otros, los temerosos que intentan justificar sus resultados (malos o posiblemente malos) y lesionados, tienen un seguimiento al pie de la letra de los números que arroja la máquina. Estos, los temerosos u oportunistas, dicen: “Efectivamente, hay malos resultados y lesionados, pero yo sigo a la ciencia (WIMU). Por lo tanto, mi culpa es pequeña y el problema es de los jugadores”. Como lo declara el técnico colombiano Osorio, quien asegura que es buen técnico porque hizo muchos cursos, pero los jugadores mexicanos no dieron el ancho (cuando todo mundo sabe que el mundo está lleno de pendejos con títulos universitarios). Él, precisamente, fue uno de esos técnicos apegados al ‘aparatito’.

Por el momento, a decir verdad, nada ha cambiado con el WIMU, aunque el negocio marcha viento en popa. Lo dramático es cuando se juntan los ‘sciences trainers’ (antiguos metodólogos) y la tecnología y, en nombre de las sagradas instituciones del saber, comienzan a tirar línea a los entrenadores y decretan la reducción de las cargas como estrategia suprema contra las LESIONES y la improvisación en el entrenamiento.

Pienso que la ciencia nos puede permitir afinar, precisar las cargas (¿) de entrenamiento, pero no olvidemos que una reducción de cargas, en un deporte que de por sí entrena muy poco, nos lleva pronto a chocar con un principio fundamental del entrenamiento : para producir efectos de entrenamiento, se debe superar un umbral mínimo de volumen e intensidad de la carga. De lo contrario, aunque los ingenieros de la NASA y el Роскосмос planifiquen el entrenamiento, no se tendrá éxito.

¿Cómo entrenar tantos y tan complejos componentes que tiene el futbol en 7 horitas semanales? ¿Qué deporte puede darse el lujo de tener alto rendimiento con 7 horas de entrenamiento?

Sin embargo, la contradicción ‘alto rendimiento con poco entrenamiento’ ha comenzado a ser superada por los jugadores más responsables, que hacen sin chistar los entrenamientos que se ponen en los clubes y luego, de la mano de sus ‘personal trainers’, agregan lo que consideran que les falta. Hace unos días leía que Ronaldo llegó a entrenar hasta cuatro horas diarias en tiempo de contingencia.

Esta metodología quemó el futuro de los jugadores no tan dúctiles con el balón, pero fuertes y veloces, para quienes las cargas de entrenamiento eran totalmente insuficientes. Fuerzas básicas, equipos de primera división, selecciones nacionales, todos entrenando ‘chiquito’, ‘cortito’ y perdiendo capacidad de fuerza, velocidad y resistencia por falta de trabajo específico. A los jugadores grandes, talentosos, con pasados más o menos brillantes, les encanta esta metodología ‘light’ que les permite un gran estándar de vida sin demasiado esfuerzo y que, obviamente, pretenden alargar lo más posible. Empero, esto no es bueno para todos.

El futbol, en su enorme benevolencia, permite competir a gente de muy distintas características, aunque no todos pueden entrenar igual Esto, después de años de confusión, pareciera que está siendo criticado en sus raíces. El mejor ejemplo nos lo da el futbol francés: obviamente, ha mejorado su forma de trabajo con el balón, pero sin renunciar y apoyándose en una perfecta preparación física general -entiéndase, sin pelota-, que permite optimizar rápida y efectivamente los componentes condicionales del jugador.

Por el momento, nadie osa decir que Mbappé, a pesar de su velocidad, es un tronco con la pelota. Más bien es el modelo del jugador ‘arribado del futuro’. Sin embargo, existen connotados ‘genios’ del futbol mundial que durante años se han regodeado, confundiendo a generaciones de técnicos jóvenes, hablando de la contradicción entre atleta y jugador, cuando en realidad se debe hablar de jugadores de futbol con un alto nivel de desarrollo de sus capacidades motoras como exigencia básica del futbol actual.

Si el futbol es de modas, si el futbol se rige por el último campeón del mundo, estamos a tiempo de dar un golpe de timón. El minimalismo en el entrenamiento nos hizo daño, porque México luce cuando demuestra una gran dinámica. En el último Mundial, México corrió menos que Brasil y Brasil con la pelota, valga la redundancia, es Brasil. Y a pesar de esto, los ‘garotos’ corrieron más que nosotros.

Las selecciones menores de México también han caído en las redes de estos pescadores de euros: con flacos currículums de entrenador y que, empoderados, dictan desde sus escritorios ‘qué y cómo’ entrenar a entrenadores mexicanos con experiencia, obligándolos a seguir ‘mansos entrenamientos’ con muchachos que se toparán con los mejores jugadores del mundo en competencias internacionales.

¿Hasta cuándo?

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Este articulo lo escribí hace tiempo (en época mundialista), pero nunca lo compartí. Sin embargo, creo que Osorio pide una respuesta no periodística.

A propósito de las declaraciones de Osorio

Es curioso que el futbol sea explicado con fórmulas psicológicas, sociológicas, literarias, ideológicas o periodísticas, y se haya olvidado el elemental e imponderable entrenamiento. ¿Qué hizo y -sobre todo- qué no hizo el técnico mexicano y su grupo de trabajo para llegar a un Mundial con un equipo que solo podía jugar 45’?

Señores, la mente es un factor importante, pero los entrenadores necesitamos una rendición de cuentas más afines con nuestra tarea específica -porque, finalmente, el técnico nacional tampoco es psicólogo-. A mí, entrenador, explíquenme cómo manejaron las cargas de entrenamiento, cómo es que un jugador de selección entrena con cargas menores hasta en un 50 % de las cargas que se realizan en su club y que hoy en día, merced a los modernos sistemas de monitorización, son fáciles de observar.

México desentrenaba a los jugadores con sesiones minúsculas de entrenamiento. México entrenó poco y en el Mundial corrió poco, aun menos que selecciones tocadoras como Brasil.

La carrera en un partido es indirectamente proporcional a la calidad técnica de los jugadores (quizá por eso el gran Messi deambulaba como un zombi por el campo, pero tampoco pudo aportar mucho a su equipo).

Una Selección Nacional no es una incubadora donde los jugadores se mantienen entre algodones. El entrenamiento se basa en el principio de adaptación que exige que todo mejoramiento se geste en el trabajo. Un entrenador temeroso entrena poco porque teme la crítica de los jugadores, a la fatiga que puede producir lesiones, y no quiere ser cuestionado por los clubes. Pero se sabe que bajas cargas producen más lesiones que las altas cargas.

¿Qué pensamos de nuestra selección, que no entrenó la fuerza, cuando vemos a una selección como la inglesa, haciendo fuerza máxima antes de un partido? Es miserable el pensamiento de que lo que suceda dentro del Mundial ya es responsabilidad de los jugadores porque el técnico ya les dio lo que necesitaban. Es más, México es amenazado por su técnico nacional desde antes de que comience la Copa del Mundo -al advertir ‘Me voy cuando termine el Mundial’- y en un momento de euforia, por un buen resultado, suelta la insana aseveración de que México puede llegar a la final.

Nuestra selección tiene jugadores talentosos, pero de eso a verlos colocando la banderita en el pico del Everest es someter a una presión enorme a jugadores de un país que nunca llegó al quinto partido, aparte de una ocasión en la que fue sede.

Para colmo, ya fuera del Mundial, se justifica al decir que está muy contento con las experiencias positivas que extrajo de las situaciones negativas provocadas por su propia ineptitud. Con Suecia no hay libretita que valga si no mueves las patas. Técnicamente no son brillantes, pero te arrollan en autoconfianza, en concentración, en capacidad condicional y en constitución física. Con Brasil fue igual… pero peor. Ellos son grandes jugadores, con una excelente técnica, alto nivel condicional (sus volúmenes de carrera por juego en el Mundial son más altos que los de México) y constitución.

Lamentablemente, en el futbol cuenta poco la visión física del juego. Nadie o muy pocos han hablado de ello. Los teóricos todavía no han aceptado que, corriendo y ‘metiendo pierna’, algunos equipos que no cuentan con grandes figuras llegan más lejos que costosas y ‘aristocráticas’ selecciones mundialistas. El periodismo, con sus connotados gurúes, tampoco aportó mucho a la comprensión y análisis de nuestro rendimiento mundialista.

Aceptar que el futbol se ha tornado más físico es una realidad de Perogrullo que no implica renunciar a la técnica ni a la táctica, sino simplemente pensar que ellas requieren un soporte condicional y constitucional para ser más efectivas.

Seguramente, algunas naciones que fracasaron en el Mundial se están repitiendo hasta el hartazgo esa frase trillada de que ‘en el futbol no importa cuántas veces tocas el balón, sino cuántas lo metes’.

Y hablando de frases multicitadas, querría preguntarle a aquel genio español que inventó aquella otra: ‘Un pianista no aprende a tocar el piano corriendo alrededor del mismo, debe tocar el piano’ -con la sesgada intención de negar la PF-, si aún sigue creyendo que solo con la ‘pelotita’ se puede ser competitivo.

Ese argumento literario-marquetinero se utilizó exitosamente para hacer pensar a los ingenuos que solo haciendo ronditos se podría salir campeón del mundo. La realidad es cruda. En los dos últimos campeonatos del mundo, la España del tiki-taka no pudo corroborar la metáfora pianística. Sin embargo, el problema no es de ellos, sino de quienes copian irreflexivamente metodologías inadecuadas para nuestro futbol condenándose y condenándonos al fracaso.

¿Cómo abordaremos el futuro? ¿Temerosos, sin personalidad, sin ideas propias? ¿O estamos convencidos de que la solución está en nosotros mismos y que somos capaces de crecer y tener altas aspiraciones, basadas en nuestra inteligencia y trabajo?

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