El bendito futbol mexicano requiere de una explicación desde el ámbito del entrenamiento. Hemos llegado a un punto de inflexión. Por ahora, son los periodistas los que tienen voz y tratan de explicar qué nos sucede. Sin embargo, cuando un equipo juega solo 45’, la razón es de índole biológica y, como consecuencia, la técnica empeora, la lectura del juego se enturbia, la voluntad claudica, las lesiones se aproximan.
Para mí, lo importante no pasa tanto por el ámbito estratégico ni económico (aunque tanta competencia anodina, cuyo objetivo es levantar unos pocos dólares, no nos sirva de mucho y nos haga perder valioso tiempo de entrenamiento). Necesitamos una visión clara de qué necesita nuestro futbol, considerando nuestras características constitucionales, condicionales, técnicas, tácticas y mentales. Pero este mole debemos cocinarlo en México, por aquellos que conocen este futbol, a nuestros jugadores, su extracción y condiciones donde se juega.
Cada futbol requiere una fórmula distinta. La visión pichicata del entrenamiento que compramos de los españoles —y lo vengo repitiendo desde hace mucho tiempo, aun a costa de ser tildado de obsoleto— debe desaparecer, no nos sirve a nosotros, dejémosla para el Barcelona de la buena época (es decir, de los grandes jugadores, muchos de los cuales fueron recolectados por el mundo y desarrollados en ambientes y metodologías muy distintas a las que venden envueltas en coloridos celofanes y palabras rebuscadas como ‘entrenamiento coadyuvante’).
Nuestra selección depende de jugadores que, en su mayoría, entrenan en entornos ‘minimalistas’ y que no juegan constantemente. El tema de la edad es relativo. Un jugador de más de 30 años, bien entrenado, se encuentra en la plenitud de sus posibilidades.
Por desgracia, a nuestros jugadores ‘europeos’ todavía no les cayó el 20 de que cuando los clubes no les proporcionan las cargas necesarias para su mantenimiento o mejoramiento, deben —como lo hacen muchos de los grandes jugadores, ambiciosos y con deseos de jugar muchos años— recurrir a la figura del “personal trainer” que les proporciona el tipo de entrenamiento que les falta*.
Tímidas carguitas de 7 u 8 hs semanales no alcanzan para afinar jugadores de alto rendimiento con grandes exigencias competitivas en el plano constitucional, condicional y técnico-táctico. No es necesario regresar a otras épocas, pero debemos recordar lo que nos hizo bien entonces y colocarlo en la perspectiva de los tiempos modernos. Lo que no es posible —en ninguna época— es lograr más con menos y especialmente en el entrenamiento de alto rendimiento. Restar para crecer es una invitación a desaparecer.
Curiosamente, mientras futboles de la región progresan haciéndose más competitivos, nuestro futbol parece estancado y sin reacción. México tiene lo que a muchos futboles del mundo les falta: una gran población, una gran pasión futbolera, condiciones materiales que se expresan en lugares de entrenamiento, nutrición, soporte psicológico, tecnología de punta para control del entrenamiento… pero todas estas condiciones no alcanzan para sustituir las horas de entrenamiento que nos faltan.
*Mientras entrenadores como Mourinho cierran gimnasios en los clubes, gran cantidad de jugadores implementan gimnasios en sus propias casas. Ja, ja, ja. Bendito futbol, reino de la incoherencia y donde la moda se consume irreflexivamente.
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