Nuestros admirados papás españoles son capaces de autocrítica y dicen: ‘nos faltó’. ¿Y nosotros qué?, ¿cuál es nuestra crítica positiva a nuestros resultados en la competencia?

Desde la antigüedad, se sabe que lo físico va unido a lo mental. La cabeza del deportista se forja en el yunque del trabajo, del entrenamiento. Durante un tiempo, nos bombardearon hasta convencernos de que lo cognitivo era más importante que lo físico, el despreciable soma. Por supuesto que la cognición tiene una gran importancia en el desarrollo de un deportista. Sin embargo, su entrenamiento e integración al proceso de entrenamiento no debe sustituir el entrenamiento práctico (biológico).

En un gesto absurdo, se intentó borrar la preparación física y el mundo se llenó de artículos y sesudas teorías donde se afirmaba con total liviandad que, como el futbol se juega con una pelota, no era necesario entrenar con pesas, ni saltar, ni correr distancias porque todo esto iba en detrimento de las capacidades técnico-tácticas del jugador. Debo aclarar también que el futbol se llenó de lesionados, pero no por sobreentrenamiento, sino por subentrenamiento. 7 hs de entrenamiento semanal no son suficiente para las exigencias del deporte.

En Catar, lo que ya se sabía y algunos solo sospechaban, adquiere su exacta dimensión: equipos ‘ligeritos’ sufren y terminan fuera de la competencia. Las fichas comienzan a ocupar el lugar que les corresponde y se acepta que el futbol es un deporte que, desde el punto de vista físico, requiere un entrenamiento central de la fuerza y de su hermana, la velocidad.

Cuando escucho a Míchel Salgado, un jugador icónico del futbol español, decir ‘nos falta físico’, entiendo que quiere decir ‘nos falta envergadura física, nos falta robustez, nos faltaron kilos para pelear con gente de más peso y con mayor explosividad y conciencia de su mayor poder físico’. Pero no porque los jugadores sean unos tiernos adolescentes, sino porque no se entrenó el físico (entiéndase como: las cualidades motoras con los métodos y contenidos adecuados) durante el período formativo y tampoco en la etapa del alto rendimiento.

Recordarán cuando en algún gran club se cerraron con candado los gimnasios como señal simbólica de eliminación de un recinto que representaba la época más primitiva del futbol. En otras palabras, nos faltó todo aquello que se negó con argumentos poéticos -recuerden la metáfora del piano-, aquello que no nos da la pelota, aquello que algunos popes de la modernidad definieron como absurdo, innecesario y obsoleto, que hoy, debe reconocerse, es el déficit de un futbol ‘bonito’, técnicamente sutil, pero sin el “punch” físico que requiere la competencia actual.

Los españoles, ellos que fueron quienes vendieron esta metodología, reconocen el déficit. La pregunta es: ¿y nosotros cuándo caeremos en la cuenta de que nos está faltando?, ¿o seguiremos dando respuestas psicologistas a cuestiones que tienen que ver con el ‘vulgar’ entrenamiento, con aquello que está escrito en 1000 obras y respaldado por la praxis?

Espero que, como dijera aquel recordado chileno, ‘se abran las grandes alamedas’ y podamos comenzar a trabajar distinto, enfocándonos en las características físicas, psíquicas y sociales de nuestros muchachos mexicanos para recuperar, y mejorar, lo que hoy nos falta.

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